El antagonista como espejo:

pensar el mal en la literatura para el aula 

Desde los cuentos de hadas hasta las grandes novelas modernas, la figura del antagonista ha cumplido un rol fundamental en la construcción de relatos y sentidos. De esto conversamos en nuestro Ciclo de Encuentros Virtuales para Educadores con el escritor y docente Ezequiel Dellutri. Este reconocido autor argentino de Literatura Infantil y Juvenil propone un abordaje provocador y enriquecedor sobre esta figura literaria: el antagonista no es simplemente “el malo”, sino un espejo distorsionado que refleja aquello que no queremos ver de nosotros mismos.

¿Qué nos enseña el antagonista?

Dellutri plantea que el antagonista representa el mal —una preocupación humana profunda y constante—, pero no siempre como algo externo. Muy por el contrario, muchas veces el verdadero conflicto está dentro del propio protagonista. Este giro es clave para pensar lecturas más complejas con estudiantes, sobre todo en segundo ciclo y nivel secundario.

Del afuera al adentro: cómo evoluciona el antagonista

Imagen WikiGrimmEn los cuentos tradicionales y en la literatura oral, el mal suele estar claramente delimitado. Lobos, brujas, ogros: figuras externas que representan el peligro y permiten construir la idea de unidad para enfrentarlo. Por ejemplo, en Hansel y Gretel (Hermanos Grimm), los hermanos solo logran vencer a la bruja si actúan juntos. Este tipo de relatos, ideales para primer ciclo, ayudan a los más pequeños a procesar sus miedos y distinguir claramente entre el bien y el mal.

En cambio, en textos más complejos, el mal aparece como una posibilidad interna. Es el caso de obras como El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde (Robert Louis Stevenson), El gato negro (Edgar Allan Poe) o Frankenstein (Mary Shelley). Aquí, el antagonista no está “afuera”, sino dentro del propio personaje. Se difuminan las fronteras y aparece la dualidad, lo que permite abordar con estudiantes de nivel secundario la idea de que todos podemos ser “el héroe y el monstruo” al mismo tiempo.

Por ejemplo, el gran clásico de Stevenson de Dr. Jekyll y Mr. Hyde nos muestra el conflicto entre lo que somos y lo que podríamos llegar a ser si dejamos que lo reprimido emerja.

En Frankenstein, la criatura creada por el doctor funciona como reflejo de sus propios límites éticos y emocionales.

En El gato negro, el personaje se enfrenta consigo mismo: no hay un "otro", el enemigo es su propia conciencia. 

El mal como construcción cultural

Dellutri también propone mirar la evolución del concepto del mal en la historia y en diferentes culturas. En las mitologías antiguas, los antagonistas no eran necesariamente “malos” en términos morales. La moralización del mal llega con el cristianismo y, en especial, con el monoteísmo. Así, en la tradición occidental aparece Satanás como el “adversario” por excelencia: el gran antagonista. En cambio, en culturas como la japonesa, donde no existe el concepto de pecado original, el mal no necesariamente viene del exterior, sino que forma parte del equilibrio natural de las cosas. Esto permite pensar que la figura del mal no es universal, sino que responde a construcciones culturales y religiosas.

Literatura moderna: cuando el enemigo está entre nosotros

La literatura contemporánea tiende a complejizar esta figura. Un ejemplo clave es El Señor de los Anillos: aunque Sauron representa el mal absoluto, es un personaje casi ausente. El verdadero conflicto se da entre los propios protagonistas, que deben resistir la seducción del poder. Así, el anillo se convierte en el verdadero antagonista, no por su poder externo, sino por el efecto que produce en quienes lo poseen. Este enfoque permite discutir con los chicos y las chicas la noción de que el mal no siempre tiene cara, ni forma concreta, sino que se filtra en nuestras decisiones, deseos y temores. 

Una progresión lectora posible

Siguiendo la línea didáctica que nos marca la necesidad de crear itinerarios progresivos y desafiantes frente a las competencias narrativas de los chicos y las chicas, el encuentro con el autor nos indicó un posible plan lector que recorre la figura del antagonista acompañando el desarrollo cognitivo y emocional de los pequeños lectores.

  • En primer ciclo, tenemos que partir de los cuentos tradicionales con antagonistas externos claros. Por ejemplo, Hansel y Gretel, Caperucita Roja o Los tres cerditos. Estos textos permiten abordar el miedo, la valentía y la necesidad de cooperación frente al peligro.
  • En segundo ciclo, textos donde el mal empieza a complejizarse. El diablo de la botella (Stevenson) o relatos de Poe permiten pensar el antagonismo como algo interior, a veces invisible.
  • Ya para el nivel secundario, obras que proponen una mirada reflexiva sobre la condición humana y la moral. Frankenstein, Dr. Jekyll y Mr. Hyde, El Señor de los Anillos o el Poema de Mio Cid ofrecen una rica variedad de enfoques sobre el mal: como construcción social, como sombra personal o como vínculo con la comunidad.

Entonces, ¿por qué trabajar con antagonistas en el aula?

Porque nos enseñan a pensar en conflicto, en elecciones, en consecuencias. Porque el mal, como lo plantea Dellutri, no es un “otro” lejano, sino una posibilidad siempre presente. Y porque, desde la ficción, podemos ayudar a los estudiantes a reconocerse, a enfrentarse con lo que temen, y a encontrar en la literatura un espacio de reflexión y contención.


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